domingo, 21 de julio de 2013

LAS PUTAS DEL FRENTE POPULAR...



Documento gráfico: "VALE por seis porvos (sic) con la Lola para las Milicias. Toledo, 21 de septiembre de 1936

LA SEGUNDA REPÚBLICA, ¿DEMOCRÁTICA? NO, PROXENETA

No es extraño entablar una discusión con algún avezado y listo “revolucionario de izquierdas” de hoy en día y darse cuenta de que su máximo orgullo, es el saberse de memoria lo que le han dicho en los lavaderos de cerebro habituales de su “secta” política, a saber:

1º Que ellos, los de la izquierda, fueron muy progresistas, y mientras la Iglesia y la derecha sometía a la mujer al hogar y a la sacristía, ellos, la llevaron a todos los ámbitos de la sociedad (y tanto que sí, como verán).

2º Qué la izquierda, tuvo un trato exquisito para con el sexo opuesto, tratándola de igual a igual.

Para que se pueda tragar y asimilar tanta mentira y tanta bazofia propagandística, los productores de libros, panfletos y películas de la izquierda han inundado las librerías, las Tv y los cines, con productos fabricados ad hoc para el gusto “exquisito” del consumidor republicano. Pero la triste verdad es que la izquierda sólo ha utilizado a la mujer como mero instrumento de sus intereses. Cuando el rojerío quiere atacar a la Iglesia o a la moral, o a los principios y los valores tradicionales, la izquierda azuza a sus “campeonas de entrepierna” y las airea por doquier. Ellas, “sumisas libertarias” se dejan hacer, pues todo es POR LA REVOLUCIÓN.

El feminismo es buena prueba de ello. No hay mujer, idiotizada después de haber pasado por la secta izquierdista, que no se sienta feminista (aunque muchas no saben ni lo que significa ese hecho y lo terminan reduciendo al mero supuesto de “ser igual que los hombres”. Vaya estupidez). Pero luego, sus correligionarios de “bragueta”, terminan colocando a las “revolucionarias libertarias” en el sitio en el que la izquierda siempre ha colocado a sus seguidoras. Clara Campoamor supo muy bien cómo se las gasta el socialismo en este sentido.

Pero en fin. En plena guerra civil, el Frente Popular, en un alarde de rigurosidad, emitió vales de colaboración a través de los cuales la mujer sólo servía como “consoladora” de los fogosos milicianos y sus compañeros de las Brigadas Internacionales.

A la pobre Lola del documento que reproducimos le costó, por seis veces, complacer al propietario del mismo; y no fue el único, pues es de saber que en los cuarteles de la retaguardia roja había mucha “picha” bravucona, y ya que éstos tenían un agotador trabajo, (que las más de las veces consistía en ametrallar a los indefensos y desarmados hombres y niños: “pongamos que hablamos de Paracuellos del Jarama”) después necesitaban un merecido “descanso del guerrero”. La solícita Lola era una de tantas mujeres revolucionarias libertarias de izquierdas que ofrecería sus muslos, para desahogo de hombres tan aguerridos y valientes: de profesión, su sexo.

Queda por averiguar, si el trabajo lo hacía por amor a sus ideas o era una mujer decente, de las muchísimas que fueron violadas sistemáticamente por los “defensores de la libertad”, puestas en esta situación bajo extorsión y amenazas. En ese juego tan asqueroso, el Frente Popular fue un redomado campeón durante la contienda, y no hubo ni niña, ni anciana, ni monja que, puesta a la vista de los rojos degenerados, no fuese violada por esta mugre que pretende el respeto que no merece, siempre en aras de la LIBERTAD y de la IGUALDAD.



viernes, 12 de julio de 2013

UNA EDITORIAL MUY SOSPECHOSA






Pedro Sáinz Rodríguez



 
UNA EDITORIAL MUY SOSPECHOSA


Pedro Sáinz Rodríguez (1897-1986) fue uno de los intelectuales de gran fuste que tuvo España en el siglo XX. Filólogo, bibliógrafo, escritor, editor, también ejerció el papel de conspirador en los trabajos preparatorios del 18 de Julio de 1936. Católico y Monárquico, Sáinz Rodríguez era un adicto a Alfonso XIII y, tras la muerte de Alfonso XIII, rindió pleitesía a Don Juan (el Rey de Luis María Ansón).

Sáinz Rodríguez formó parte del Alzamiento Nacional de 1936 y fue nombrado ministro de Instrucción Pública en el Primer Gobierno Nacional de España (1938-1939), sin embargo, su lealtad a Alfonso XIII y, más tarde -como hemos dicho- a Don Juan de Borbón y Battenberg perjudicó la carrera política de Sáinz Rodríguez durante el franquismo, forzándole incluso a tomar el camino del exilio a Portugal.

Sus relaciones con Francisco Franco se deterioraron cuando Francisco Franco decidió decretar la persecución de la actividad masónica en España, implantando el Tribunal Especial para la Represión de la Masonería y el Comunismo. Sáinz Rodríguez se queja en sus memorias del simplismo de Franco y alega en su defensa que él no era masón, contra lo que Franco y el círculo franquista propalaban sobre él. Creemos -aunque es una conjetura- que, en efecto, Sáinz Rodríguez nunca fue masón, pero tal vez fuesen otras las razones por las cuales los hombres de confianza y más afectos a Franco la emprendieron contra Sáinz Rodríguez.



En tiempos de la Dictadura de Primo de Rivera, Sáinz Rodríguez había trabajado para la editorial CIAP. Las siglas CIAP responden a COMPAÑÍA IBERO-AMERICANA DE PUBLICACIONES, aunque en un principio se llamó Compañía Ibero-Africana. La gerencia de esta editorial estaba a cargo de Manuel L. Ortega Pichardo "que había vivido en la zona española de Marruecos... publicó un libro sobre "Los hebreos en Marruecos", antes de existir la CIAP y una "Historia de Ceuta", con especial atención a los sefardíes y con un estudio del doctor Pulido, personaje relacionado con el retorno del judaísmo a España en la primera mitad del siglo XX." (La cita es del mismo Pedro Sáinz Rodríguez en su libro "TESTIMONIO Y RECUERDOS").

Sin embargo, aunque Ortega Pichardo figuraba como fundador de la CIAP, la editorial era de capital hebreo. Ignacio Bauer, judío, escritor, bibliófilo y autor de "Apuntes para una bibliografía de Marruecos", además de "Relaciones de África" y "La misión franciscana de Marruecos" era el hombre clave. Ortega Pichardo preparó una "Biblioteca de los sefardíes" y la editorial planeó el "asalto" al mercado peninsular e iberoamericano, estableciéndose en Madrid y solicitando la colaboración profesional de Pedro Sainz Rodríguez. Éste, como cándido e ingenuo intelectual, aceptó y trabajó para CIAP -con mucha probabilidad sin saber, en ese momento, lo que se estaba cuajando.

El Doctor Ángel Pulido Fernández (1852-1932) promovía desde 1904 la campaña filosefardí en España, tras haber tomado contacto con comunidades descendientes de antiguos judíos sefardíes. Y Pulido era uno de los colaboradores de CIAP, como otros prominentes filojudíos, por ejemplo: Méndez Bejarano o el gran traductor Rafael Cansinos Assens. En 1920, a iniciativa del Doctor Pulido, se fundó la Casa Universal de los Sefardíes. La editorial CIAP empleó a Pedro Sáinz Rodríguez a manera de relaciones públicas, así lo hizo cuando lo envió a Iberoamérica, para abrir mercado.

Estas relaciones de Sáinz Rodríguez con una editorial tras la cual se adivinaba el capital judío, así como la campaña de rehabilitación de los sefardíes, promocionada por el Doctor Pulido y jaleada por todas las logias españolas (Diego Ruiz participaba de esto, como tendremos ocasión de ver) no pasaba desapercibido para los servicios secretos franquistas que, en esos entonces, podemos decir que eran unos de los más eficaces de toda Europa.

EL RETORNO DE LOS CHAFARDISTAS

EL RETORNO DE LOS SEFARDITAS Y EL HISPANICIDIO PROGRAMADO

Eran las once de la noche (por lo tanto, con alevosía y nocturnidad) del día 23 de Enero de 1932 cuando el presidente de la II República "española" -Manuel Azaña- mandaba a Fernando de los Ríos, a la sazón ministro de Justicia, la orden por la cual se procedía drásticamente a la "disolución en territorio español de la Compañía de Jesús". Entre las razones que se barajaban para decretar la disolución de los jesuitas se esgrimía el cuarto voto de la Compañía de Jesús (a saber: "el voto de obediencia al Romano Pontífice"). Lo cual -sostenían los lustrosos y orondos demagogos- era intolerable e inadmisible en la flamante "República democrática de trabajadores de toda clase". Por el cuarto voto jesuita -alegaban los enemigos de la Iglesia- la Compañía de Jesús se convertía en un grupo fuera de la ley, puesto que obedecían a un poder extranjero (el Papado). No era la primera vez que ocurría la expulsión de la Compañía de Jesús, organización eclesial que, como pocas, han atraído siempre las iras del enemigo de Cristo. En los sueños de Manolito Azaña "España había dejado de ser católica", pero -contra sus más íntimos deseos- Azaña sabía -como todos sus compañeros de logia- que la Compañía de Jesús ejercía todavía una influencia sobre la educación y la sociedad españolas, una influencia que no podían tolerar los sectarios ricachones republicanos, erigidos en tribunos de la plebe.

Esta mujerzuela, con sonrisa cretina, es la viva imagen de la
Segunda República Española

La Compañía de Jesús obedecía al Papa, a un "poder extranjero", según los masones que dominaban la vida pública española (políticos y no pocos periodistas). Los republicanos se nos muestran -con estas razones- muy celosos de la lealtad a España. Pareciese que les importaba mucho la lealtad a España; tanto les importaba que no podían consentir que una institución -fundada por un español, por cierto- como la Compañía de Jesús residiera en España a sabiendas de la obligación que -por voto religioso- cada hijo de San Ignacio tiene contraída con el Vicario de Cristo. Sin embargo, a los gobernantes de la II República no les inquieta que en España se asiente una comunidad -la judía. "L'Universe Israelite" (12 de Junio de 1931) explica a sus lectores judíos, rebosando de satisfacción, la excelente acogida que dispensan los prohombres de la II República Española a los representantes judaicos. Don Niceto Alcalá Zamora recibe al Doctor Kibrik y al Gran Rabino de Buenos Aires, y les promete -según afirma el periódico judío:

"...el Gobierno [de la Segunda República española] promulgará solemnemente una ley a favor de los judíos, obsequiándoles con la ciudadanía española; dicha ley tendra carácter de reparación por una injusticia histórica y los cónsules españoles en el extranjero recibirán instrucciones concretas para facilitar a los judíos el regreso a España".

El Gran Rabino no se contentó con promesas en el aire y le pidió a Don Niceto nada más y nada menos que la iglesia de Santa María de Toledo, para convertirla en Sinagoga judía, como lo había sido antiguamente. También se acordó organizar un Congreso Mundial de Sefarditas que efectivamente, con dienro de las arcas públicas de España, se celebraría y con el objeto de organizar el retorno de los judíos sefarditas a España sin más dilaciones. Las relaciones bilaterales entre la Segunda República Española y la comunidad judía, a través de diversos representantes y dirigentes político-religiosos judíos, podrían conformar todo un grueso dossier que ilustraría mucho a nuestros lectores sobre lo que estamos diciendo aquí.

Antonio Aguilar y Correa, Marqués de la Vega de Armijo

Lo curioso del caso es que, en toda la falsa retórica de estos masones que instauraron la Segunda República Española, siempre argumentaron el manido tema de la "reparación". Sabido es que en 1492 los Reyes Católicos promulgaron el edicto de expulsión de los judíos que no se bautizaran. Durante siglos este decreto estuvo vigente. Sin embargo, la Segunda República Española llegaba tarde a la derogación de este decreto de expulsión de los judíos. Gobiernos masones anteriores se habían anticipado; ésta es otra de las historias muy poco conocidas que arrojan luz sobre el asunto.

La Gran Logia de Rumanía reconocía en 1880 al Oriente masónico presidido por Práxedes Mateo Sagasta, pero a cambio exigió que el gobierno español levantara los impedimentos que, por el decreto de los Reyes Católicos de 1492, se ponían en España contra el establecimiento de la comunidad judía. No hubo problema ninguno para realizar la transacción de favores, dado que Práxedes Mateo Sagasta y su alegre pandilla de compadres masones formaba el mismo gobierno de España. Don Antonio Aguilar y Correa, Marqués de la Vega de Armijo, conspicuo ministro de la camarilla de Sagasta, se apresuró a derogar el decreto de los Reyes Católicos.

Con estos "movimientos tácticos" en el orden legislativo (realizados servicialmente por los hermanos masones; que a la vez eran los prohombres de la política liberal) a principios del siglo XX todo estaba dispuesto para que apareciera el Doctor Pulido, viajando por el Mediterráneo y redescubriendo las comunidades sefarditas, para regresar a España reivindicando la "Reparación" que supuestamente la nación española le debía a aquellos expulsados. Mientras tanto, para preparar la campaña de propaganda que abriría de nuevo las puertas de España a la diáspora sefardí para imponer Sefarad, dos periódicos se emplearon a fondo: "La Raza" y "El Pueblo", con D. Manuel Ortega Pichardo al frente que, con el banquero judío establecido en Madrid, Señor Dreyfus, había fundado la C.I.A.P. (COMPAÑÍA HISPANO AMERICANA DE PUBLICIDAD), a la que aludimos en Una Editorial muy sospechosa (recomendamos leerlo, pues este artículo está relacionado con aquel otro al que nos referimos). Digamos también que el inversor de la C.I.A.P., el banquero Dreyfus se casó con la hija del Doctor Ignacio Bauer, al que ayer también aludíamos en dicho episodio. El Doctor Bauer era, por cierto, nieto de uno de los hombres clave de la Casa Rothschild en España.



El nefasto Manuel Azaña

Los Padres de la Compañía de Jesús eran expulsados de España en 1932, bajo la sospecha de ser un grupo que obedecía a un poder extranjero. Sin embargo, el mismo gobierno republicano que expulsaba con la más atroz de las intolerancias a la Compañía de Jesús, era la misma camarilla que, haciendo alarde de su hipócrita tolerancia, no sólo reparaba y concedía la nacionalidad española a los sefarditas, sino que alentaba con incentivos el retorno de la comunidad judía a España. Muchos han querido ver en la expulsión de los jesuítas una señal de lo que se estaba preparando en el horizonte: el tremendo Holocausto de la Iglesia Católica que perpetrarían sistemáticamente las brigadas exterminadoras del Frente Popular.

La persecución religiosa sufrida en España durante estos tremendos años no fue, como quieren algunos, fruto de la espontaneidad de un pueblo hastiado de clérigos; fue abonada, cultivada, preparada a lo largo de décadas y décadas de propaganda anticlerical. No puede resultar sorprendente, pues; no, al menos, para quien haya leído atentamente las satánicas exhortaciones al genocidio católico que escupía la boca de Diego Ruiz. En la revista "Ágora", Diego Ruiz escribió en un artículo titulado "Anarquismo y Judaísmo", poco antes de estallar la guerra:

"Lo de España ha de resolverse sangrientamente. La única solución es la solución judía. Hay que revisar el crimen de esa Iberia romana, íntimamente unida a la obscena sedición de Jesucristo" ("Ágora", número 4, pág. 4).
Diego Ruiz se salió con la suya. El problema se resolvió sangrientamente, tal y como ellos querían... Pero no vencieron.


Cadáver de una víctima del odio anticristiano de las milicias del Frente Popular